El Festival de Cante Grande de Álora 2023 y Antonia Contreras.

Antonia Contreras, la gran dama del cante, a quien se le tributa el merecido respeto y reconocimiento en el Festival de Cante Grande de Álora

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La homenajeada cantaora Antonia Contreras

El Festival de Cante Grande y Antonia Contreras

Llegamos a este flamante 2023, al arrullo de la XLIX edición del renombrado «Festival de Cante Grande», un espectáculo en sí mismo, convocado por la respetada Peña Flamenca de Álora, aquella que desde 1970 –la tercera peña flamenca más antigua de nuestro mundo flamenco– se ha dedicado a mantener viva la chispa de este arte en los corazones de los amantes del cante. Este 15 de julio tendrá su aquél por muchas cosas. Festival de Cante Grande de Álora y Antonia Contreras.

En esta ocasión, la dedicación y el homenaje fluyen hacia la inigualable Antonia Contreras, la gran dama del cante, a quien se le tributa el merecido respeto y reconocimiento. Un manto de reconocimiento y reverencia se extiende hacia Flores Vergara y José Godrid, la presidenta y el vicepresidente de la Peña, respectivamente. Estos jóvenes y dedicados guardianes del Flamenco, que dan vida a su Peña y a su pueblo, Álora, llevan a cabo una labor de titanes, desmesurada en su esfuerzo, insuperable en su devoción.

Están levantando un polo de afición sin parangón, alimentando un espacio que ya era cuna de cantaores legendarios, y que ahora, gracias a su trabajo, sigue resonando en el mundo del Flamenco. Aunque el inicio del festival se vio ligeramente desplazado en el tiempo, la espera se tornó agradable y necesaria, como el silencio expectante que antecede a una gran función. Antonia Contreras, la homenajeada de la noche, bien merecía este delicado interludio, este impasse lleno de anticipación antes del arrollador despliegue de cante y pasión que se avecinaba.

Sin duda hay una nota que hará que los ecos de este encuentro perduren en el tiempo. Es el primer cartel integrado sólo por mujeres. Incluso la labor de presentación y conducción del festival corrió a cargo de una de ellas en la persona de Lourdes Gálvez del Postigo, presentada como critica y divulgadora del Flamenco en Canal Sur Radio. Todas y cada una de las participantes podrán decir que estuvieron allí, en aquel festival en el que todas eran «ella» y ninguno era «él».

Lidia Vergara

Abrió la noche Lidia Vergara, tierna promesa de apenas 17 años de edad. Formada en la escuela del fiestero y tocaor flamenco Juan Moreno, perpetuando con su labor las raíces malagueñas y honrando el verdial de variedad de Comares. Inició con determinación, dibujando una taranta con la profundidad de una veterana. La juventud no fue obstáculo, y sus dedos, danzantes sobre las cuerdas, nos obsequiaron acordes bañados en dulzura y sazonados con la melancolía propia de este palo Flamenco.

Prosiguió con alegrías vibrantes que parecían nacer en cada golpe de cuerda, para culminar su acto con una malagueña de notas elegantes y resonantes. En su debut, Lidia fue espectacular, dejando en el escenario un eco de Flamenco auténtico que augura un porvenir brillante. Pero en el horizonte de Lidia debe predominar el trabajo constante, la dedicación sin descanso y la pasión incansable que la guíe en su día a día, para que esta promesa florezca y se consolide en el panorama Flamenco.

Pilar Vergara y Celia Morales

Inmersos en la noche que se desvelaba bajo el firmamento de Álora, Pilar Vergara, brote fragante de la prestigiosa saga de los Vergara de Álora, nos desplegó una serie de interpretaciones con aroma de antiguo. Ella, con la convicción y la cadencia de los grandes, interpretó una malagueña de La Trini, transitando luego por un abandolao de Frasquito Yerbabuena. El latir profundo de la milonga emergió después, para dar paso a las siguiriyas, cada una un capítulo inédito de emoción jonda.

La noche, no obstante, seguía siendo una hoja en blanco en la que Vergara escribía con trazos firmes de arte. Añadió a su repertorio un cuplé por bulerías, delicadeza sonora que se transformó luego en fandangos, rememorando a El Carbonero con unos naturales. Su cante, certero y vivo, se desplegó sobre la noche como una pátina de intensidad emotiva, haciendo justicia a la esencia flamenca.

En su recorrido sonoro, estuvo en todo momento acompañada por la guitarra de la antequerana Celia Morales, un estandarte del clasicismo reciclado al compás flamenco, formada en las estrictas disciplinas de El Tabili de Málaga. Su toque fue una carta de navegación impecable, trazada sin error, su música dibujó en el aire tramas invisibles de jondura.

Añadamos una pincelada de color a esta noche de arte, al observar la peculiar manera de tocar de Morales, un espejo que reflejaba la figura de Juan Breva y su clásica pose. Su guitarra, apoyada sobre un elevador, mantenía un ángulo hacia arriba, como un faro sonoro, evocando con ello una postura que ha surcado el tiempo desde las raíces del Flamenco.

Pose clásica de Juan Breva

Chelo Soto

En este firmamento de talentos afloró Chelo Soto, voz de Málaga, raíz y corola de un cante que no entiende de barreras. Inició su andadura musical honrando a su tierra y a Álora con una malagueña de El Canario, dibujando en cada verso un caleidoscopio de fuerza y delicadeza que pautó su interpretación.

El eco de su voz se fundió con el sonido del rebalaje y emergió entonando unos jabegotes, recordando con fervor a otro ilustre malagueño, El Niño de las Moras. La noche se desgranó en tangos, cantiñas y alegrías, una sinfonía de emociones y ritmos que convergían en la esencia de lo jondo.

El pulso de la soleá de El Chino de Málaga resurgió de su garganta, y al caer el telón de su intervención, el escenario vibró con las bulerías, ese último sello que puso broche de oro a su repertorio.

De nuevo, en este recorrido, Celia Morales fue su fiel compañera en el toque, manteniendo con elocuente maestría esa técnica espectacular que trazó puentes invisibles entre la guitarra y el cante, y que convirtió la noche en un lienzo en el que se plasmó, con trazos de arte puro, la esencia del Flamenco.

Blanca Trillo

La noche continuó con la presentación del cuadro de baile de la malagueña Blanca Trillo. Esta función sobresalía gracias a la confluencia de talento en el cante y el toque, creando una sinfonía de arte Flamenco que inundaba cada rincón del escenario. El repertorio se inició con unos cantes de El Piyayo, interpretados con autenticidad y arraigo, tal como los transmitieron figuras legendarias de Málaga como Manolillo el Herraor, Ángel de Álora o El Trinitario. Las artífices del cante fueron María López y Belén Vega. Le siguieron tangos repomperos y demás salseadas con alegrías de Cádiz.

Destacó la contribución de Alba Espert, jerezana de nacimiento pero malagueña de adopción, cuyos movimientos entre el bordón y la prima alcanzaban cotas de perfección. Lo que emergía de su guitarra trascendía la música para convertirse en pura magia, cada trasteo un espectáculo en sí mismo.

Blanca, por su parte, demostró una habilidad innata para combinar la técnica con una pasión arrolladora que parecía surgir desde lo más hondo de su ser y expandirse hacia el exterior. El vértigo de sus movimientos se asemejaba a la erupción vesúbica, dotando a su baile de una energía y fuerza particulares que son, sin duda, uno de sus mayores tesoros como bailaora. Cada paso, cada giro, era un testimonio de su compromiso con el Flamenco, una danza que se convierte en un lenguaje corporal de emociones y sentimientos profundos. De lo mejor de la noche.

Isabel Guerrero y Mercedes Luján

La noche alcanzó su apogeo con la aparición de Isabel Guerrero, un verdadero punto culminante en esta contienda de arte flamenco. Esta intérprete de Fuengirola, perteneciente a una saga flamenca que comienza con El Corruco y aún no ha terminado. Estuvo excelentemente acompañada por Mercedes Luján, originaria del barrio de El Calvario, en Lorca, Murcia. Mercedes es una auténtica rompedora de cadenas, una verdadera punta de lanza para la mujer en el mundo del toque flamenco, combinando su gran oficio y técnica con un amor apasionado por el Flamenco, lo que resulta en un toque de excelencia. Su acompañamiento es a veces sobrio y certero, otras veces alegre y extravagante; lo que ella quiera. Su potencial parece no tener techo.

Isabel Guerrero, fiel a su solidez y gusto por el cante, se presentó como una maestra del control tonal. Su garganta moduló tonos a su antojo, navegando con seguridad y gracia por las aguas del Flamenco. Inició con una tremenda soleá, y luego hizo amago de tientos para rápidamente transitar hacia los tangos. Las bulerías las facturó con agarre, fuerza y perfección, demostrando su indiscutible dominio. Hizo gala de fandangos inspirados en El Palanca y se despidió del escenario con su voz flamenca a pleno pulmón sin olvidar a su padre, Barqueríto de Fuengirola. Un auténtico espectáculo que no hizo sino reafirmar su estatus en el mundo del Flamenco.

Esther Merino

El festival encontró su cierre oficial en la majestuosa actuación de Esther Merino, extremeña y galardonada con el prestigioso Premio Lámpara Minera 2022. Nuevamente, Mercedes Luján estuvo al toque, y juntas, estas artistas tejieron una mágica telaraña de sonidos flamencos. Esther trazó un rico recorrido musical a través de milongas, tangos, y alegrías, demostrando su habilidad para adaptarse a diferentes estilos con maestría.

Sin embargo, el verdadero final llegó de manera oficiosa, con un emocionante fin de fiesta en honor a la homenajeada, Antonia Contreras. Los artistas regresaron al escenario, brindando un último «aqua» de arte y pasión flamencos. Fue un broche de oro para un festival que, además de ser un deleite para los sentidos, fue un homenaje a una de las grandes figuras del Flamenco. En este inolvidable momento, todos se unieron en un vívido tributo a la tradición, a la belleza del Flamenco, y a la inestimable contribución de Antonia Contreras a este arte. Sin duda, una noche que perdurará en la memoria de los amantes del Flamenco por mucho tiempo.

Conclusión

En conclusión, este XLIX Festival de Cante Grande, organizado por la Peña Flamenca de Álora, ha mostrado con audacia y distinción la fuerza arrolladora de las mujeres en el Flamenco, siendo un festival en el que todas las artistas fueron mujeres y casi todas malagueñas, un hecho no solo digno de celebración, sino también de profunda reflexión sobre el papel transformador de la mujer en el arte jondo.

Es indispensable valorar el esfuerzo hercúleo que supone la organización de un festival de tal magnitud, en especial cuando se cuenta con escasa ayuda institucional. Este festival es un reflejo de una dedicación profunda, un amor incondicional por el arte Flamenco y una convicción inquebrantable en su valor cultural y su poder para unir a la gente.

El mensaje es claro: es vital que se continúe con esta senda, que se mantenga la diversidad y representatividad en los carteles, y que se apoye más, desde todas las instancias posibles, a los que se esfuerzan por mantener viva la tradición flamenca. Este XLIX Festival de Cante Grande no es solo una celebración del Flamenco, sino también una llamada a la acción, un estandarte que nos invita a todos a valorar, apoyar y promover la rica cultura flamenca. No hay lenguaje como el Cante.

Jesús David López

Flamencología.org