Omar Montes, los Grammy Latinos y el Flamenco

Un público que se queda con la anécdota, con el estereotipo, que aplaude cualquier palmoteo y quejío, ya sea con autotune o sin él, creyendo que eso es Flamenco.

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Omar Montes Flamenco

Omar Montes y la nominación a los Grammy Latinos como mejor álbum de Flamenco

La reciente nominación de Omar Montes a los Latin Grammys a mejor álbum de Flamenco (duele hasta leerlo), bajo la emblemática sombra del Cante, nos conduce por un laberinto de reflexiones donde cada esquina es un espejo que refleja, no la autenticidad del género, sino la caricatura de su esencia. Es como si al arte Flamenco se le hubiera cubierto con un velo barroco, ajeno y deslustrado, distante de la vitalidad que antaño marcaba su pulso. La nominación de Omar Montes a los Grammy Latinos como mejor álbum de Flamenco es la punta del iceberg del oscurantismo flamenco.

Flamenco, marca devaluada y prostituida

El Flamenco, esa danza sinuosa y canto desgarrado, nacido de las entrañas de Andalucía, hoy parece haberse convertido en una suerte de caleidoscopio distorsionado. El problema radica no solo en intérpretes como Montes, que se aventuran por vericuetos modernos, sino en la audiencia y los guardianes de estos premios que, cual Sísifo moderno, empujan la piedra del Flamenco cuesta arriba, solo para verla rodar nuevamente hacia una base malentendida.

Imaginemos por un momento al Flamenco como un majestuoso árbol centenario. Sus raíces, profundas y entrelazadas, beben de siglos de tradición y dolor, mientras que su tronco, robusto, representa la inquebrantable fortaleza de un pueblo. Pero, en esta coyuntura, sus hojas, en lugar de ser verdes y vibrantes, parecen marchitas, contaminadas por un aire viciado de superficialidad. Un público que se queda con la anécdota, con el estereotipo, que aplaude cualquier palmoteo y quejío, ya sea con autotune o sin él, creyendo que eso es Flamenco.

Ni cante, ni baile, ni toque

Sin embargo, el mayor reproche no recae en artistas que buscan explorar y fusionar. El verdadero problema se ubica en el corazón de organizaciones como los Latin Grammys, que deberían erigirse como bastiones del arte y la cultura. Pero que, en su afán por acaparar la atención de las masas, terminan nominando a artistas que diluyen la esencia de géneros tan ricos y complejos. Es probable que estos jurados no puedan distinguir una seguiriya de una caña o una serrana, lo cual es aún más condenatorio.

La inoperancia de la administración

Más allá, la administración pública andaluza, tiene un deber histórico y cultural de preservar y promulgar el conocimiento genuino de este arte. Al no hacerlo, le están robando a las futuras generaciones la oportunidad de comprender y apreciar el verdadero latido del Flamenco.

Es imperativo que las raíces del Flamenco sean nutridas y cuidadas, no solo por quienes lo interpretan sino también por quienes lo consumen y lo promueven. De lo contrario, nos encontraremos con un árbol sin vida, cuyas hojas caen sin cesar, dejándonos con nada más que un recuerdo de lo que alguna vez fue.

Jesús D. López

Flamencología.org